‘Cambio de línea’, de Julia Bellido, gana el IV Premio Avanza de Microrrelatos ‘Historias de autobús’ de la Feria del Libro

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El relato ‘Líneas, paradas y tiempos’, de Maria Paz Alvar ha quedado finalista, y ‘Paradas pendientes’, de Daniel Garrido, recibe el premio en la categoría juvenil

Zaragoza, 5 de junio de 2025.- El IV Premio AVANZA de Microrrelatos ‘Historias de autobús’, convocado por AVANZA y la Feria del Libro de Zaragoza, ha recaído en el relato ‘Cambio de línea’, de Julia Bellido Jiménez. El relato finalista ha sido ‘Líneas, paradas y tiempos’ de María Paz Alvar, mientras que ‘Paradas pendientes’, obra de Daniel Garrido Arnaiz, ha obtenido el premio en la categoría Juvenil. El relato ganador recibe un premio de 500 euros y el finalista de 200 euros, mientras que la categoría Juvenil está dotada con 100 euros canjeables por libros.

El fallo del jurado se ha hecho público esta tarde durante un acto, organizado en el marco de la Feria del Libro de Zaragoza, en el que Ana Rodríguez, gerente de Comunicación de AVANZA en Zaragoza, Ángel Gálvez, secretario general de la Comisión Permanente del Libro de Zaragoza (COPELI) y Cristina Martínez de Vega, coordinadora de las actividades de la Feria del Libro, han hecho entrega de los premios a los autores.

A este galardón literario, en su cuarta edición, han concurrido 268 escritoras y escritores con sus relatos, lo que supone un récord de participación respecto a pasadas ediciones. El jurado, formado por representantes de AVANZA, COPELI y las Asociaciones Aragonesas de Escritores, Libreros y Editores, ha destacado la calidad literaria de los textos y su creatividad, así como la puesta en valor del autobús en la vida cotidiana de las personas. El Premio AVANZA de Microrrelatos pretende incentivar la creación literaria y la participación ciudadana, fomentar el uso del autobús urbano y llevar el nombre de la Feria del Libro a todos los rincones de la ciudad.

CAMBIO DE LÍNEA

Se ha convertido en rutina llegar temprano a la parada para coger el treinta y cinco. Según Clara, es más bien una obsesión. Qué quieres que te diga, si a poder elegir sitio en el autobús le quiere llamar obsesión, pues estaré obsesionada. Entrar, picar el viaje, al fondo a la izquierda, auriculares con cancelación de ruido, mirar por la ventana, un cuarto de hora, bajar, caminar, trabajar, entrar, picar el viaje, al fondo a la izquierda, auriculares, mirar por la ventana, bajar, llegar a casa. Hoy los auriculares no tienen batería y, por si fuera poco, el treinta y cinco ha cambiado la ruta por obras. Hoy no hay rutina -o como dice Clara, obsesión-. Entrar, picar el viaje, mantener el equilibrio en mitad del autobús, mirar a las personas, escuchar la risa del bebé que sube con su padre en la parada del centro y darme cuenta de que la chica que siempre sube sola realmente acompaña a su abuelo. “Perdona, ¿bajas en la siguiente?” me dice una vocecita desde el suelo. Bajar, caminar, trabajar, entrar, picar el viaje, sentarme donde puedo, observar el interior, bajar, llegar a casa. Se ha convertido en rutina no llevar los auriculares ni mirar por la ventana. Según Clara, es más bien una obsesión. Qué quieres que te diga, si a descubrir la vida le llama obsesión, pues estaré obsesionada.

Julia Bellido Jiménez

LINEAS, PARADAS Y TIEMPOS

Una escalera de caracol que sube a la planta de arriba. Se llama trolebús. Voy de la mano de mi abuelo. Ventanillas abiertas, asientos de madera, tirar de un cable para bajar en el Parque Grande.

Billetes de papel. Bonobuses de cartón donde se quedaba escrita la fecha de un cumpleaños, del primer beso, de aquel día que nevó.

Los viajes al instituto, a la estación del Portillo, a un concierto en el pabellón francés, a las ferias. Por favor, pasen a la parte trasera del autobús.

Atención, este recorrido puede sufrir desvíos. Mi profesora de Lengua, mis abuelos, mi amiga Anabel. Mamá, ¿qué línea es la que sube al cementerio?

Te está mirando, ese chico de ahí te mira. ¿No te has fijado? Se sienta siempre que puede justo enfrente de nosotras. ¿Qué dices? No seas tonta. ¿Te bajas en esta? Qué casualidad, igual que yo.

Te presento a Javier, papá. Sí, nos conocimos en el treinta y ocho. Se apeaba dos paradas después de la suya solo para coincidir conmigo. Y luego tenía que echar a correr si no quería llegar tarde al trabajo.

Asientos para embarazadas, carritos de bebé. ¿Puedo tocar el timbre, mamá? ¿Puedo soltarme cuando giremos en la Puerta de Carmen? Porfa, mamá. Verás como no me caigo.

Tarjeta digital, código QR, descargue la aplicación para pagar con el móvil. Siéntese aquí, por favor. Muchas gracias, pero me bajo en la próxima.

María Paz Alvar Artamendi

PARADAS PENDIENTES

El autobús 33 olía a churros recién hechos que alguien subió desde la parada, donde el frío de diciembre cortaba las mejillas y el aliento se convertía en nubes efímeras. Adrián lo sabía bien: cada tarde, el mismo traqueteo, las mismas caras anónimas. Pero aquel día, encontró en el asiento un mapa dibujado a mano con tinta azul. «Ruta de las cosas perdidas», decía. Siguiendo las líneas, descubrió que cada parada marcaba un recuerdo abandonado.

En Avenida Madrid, el paraguas de su primer beso, aquel que dejó bajo la lluvia helada. En Paseo Constitución, los lápices con los que dibujó su infancia, con manos pequeñas y sueños enormes. En Plaza de las Canteras, una entrada rota de cine, la última película que vio con su abuelo antes de que el tiempo se lo llevara. Recordó la risa ronca del anciano y cómo, por un momento, todo pareció eterno.

Al final del trayecto, la última indicación lo llevó al espejo del conductor. «Aquí yace lo que nunca te atreviste a llevar contigo», decía una nota. Adrián se miró fijamente. Supo entonces que no hablaba de objetos, sino de sí mismo: sus deseos, sus palabras no dichas, su forma de mirar la vida con miedo.

Cuando bajó, el mapa había desaparecido, pero en su bolsillo quedó el peso ligero de todo lo que ya no extrañaba.

Daniel Garrido Arnaiz