‘Final de Trayecto’, de Lucía Tiestos, gana el I Premio Avanza de Microrrelatos ‘Historias De Autobús’ de la Feria del Libro

  • El relato ‘Marca mi parada’, de Sergio Royo, ha quedado finalista. En total, han sido 250 los relatos presentados a esta primera edición del certamen.

Cesar Muñío, presidente de COPELI; Ana Rodríguez, gerente de Comunicación de Avanza Zaragoza; Lucía Tiestos, ganadora del certamen; Jordi Martínez Brotons, escritor; Rafa Yuste, presidente de la Asociación Aragonesa de Editores

 

Zaragoza, 5 de junio de 2022.- El I Premio Avanza de Microrrelatos ‘Historias de autobús’ de la Feria del Libro en Zaragoza, convocado por Avanza y la Feria del Libro de Zaragoza, ha recaído en el relato ‘Final de Trayecto’, de Lucía Tiestos. El relato finalista ha sido ‘Marca mi parada’, de Sergio Royo. A este premio, que se celebra por primera vez, han concurrido 250 escritoras y escritores con sus relatos. El jurado ha destacado la calidad de los relatos y la emotividad y originalidad de los contenidos que, además, integran la experiencia del viaje en autobús en las historias que narran.

 

Los dos relatos ganadores obtienen un premio dotado con 350 euros y 150 euros, ganador y finalista, respectivamente. El jurado, formado por representantes de AVANZA, de la Comisión Organizadora de la Feria del Libro de Zaragoza (COPELI) y de la Asociación Aragonesa de Escritores, ha otorgado una mención especial al relato ‘Per bus ad astram’, de Carlos García Esteban. El premio, que ha nacido con vocación de continuidad, pretende fomentar la creación literaria y llevar el nombre de la Feria a todos los rincones de la ciudad.

 

 

FINAL DE TRAYECTO

Mi hija me tiene prohibido tomar el autobús solo. Dice que estoy mayor, que podría caerme.

Tiene razón, pero yo vuelvo a reincidir. No para fastidiarle, sino para complacerme. Si le explicase los motivos, ¿me entendería? Simplemente, me gusta disfrutar en solitario de este refugio donde leer, pensar, contemplar la vida. Recordar.

Hoy, un padre sube con su hijo pequeño de la mano. El niño pega la frente al cristal y observa con asombro. Su entusiasmo me transporta a aquellas tardes en que mi madre y yo montábamos en esas grandes orugas rojas hasta el centro de la ciudad. Al otro lado de los ventanales yo descubría un paisaje nuevo. El destino de aquellos primeros viajes era un helado de fresa o un chocolate con churros.

Después, sin darme cuenta, los autocares se convirtieron en escenario de un primer beso torpe y fugaz, que aprovechó los últimos instantes de trayecto para lanzarse a lo desconocido. Y qué pronto aquellas ilusiones adolescentes se transformaron en recorridos cargados de responsabilidades…

Cómo explicar, ni siquiera a mi hija, que aquí me siento en paz; que en el autobús se enmarcan valiosos momentos de mi vida; que este itinerario es el que también nosotros tomábamos para saborear chocolate con churros y helado; o el que nos llevaba cada domingo a su madre y a mí a ese restaurante que tanto le gustaba. Disfruto estos instantes de trayecto en solitario. Contemplar la vida. Viajar con los recuerdos.

Vivir la aventura hasta el final de línea.

Lucía Tiestos Bernal

 

MARCA MI PARADA

Nos reconocemos. Hay algo que se arrastra en la mirada y que le pesa (nos pesa) como han de pesarle las alas a algunas mariposas. Parece imposible, el hecho de que a algunas les crezcan demasiado y prefieran su estado anterior, gusanos para los que volar es apenas una utopía. No sabemos qué sucede, pero sí sabemos que tanto a ella como a mí nos persigue esa pena abstracta que algunas mañanas es intensa y otras, como ahora, al encontrar consuelo o reconocimiento en otros ojos se alivia y se parece a una forma de estar en el mundo. La mirada es sincera. Casi todas las heridas son sinceras. No podemos evitar sonreírnos, lo hacemos debajo de la mascarilla, pero hemos aprendido a descifrarlas. Nos sonreímos después de tantearnos, explorarnos, reconocernos en ese ejército de seres levemente tristes que caminan por el mundo. Entre la multitud, nosotros. Entre el estrés de primera hora y las mochilas y las prisas por sentarse, nosotros. Formamos un ente aislado y percibo, tras unos minutos de mirada eterna, que pulsa el botón para solicitar la parada de Plaza España. Dime qué te pasa, dime qué nos pasa porque yo también puedo ser refugio. Le persigue, mi mirada triste y a veces casi desconsolada que esconde una sonrisa. También ha metamorfoseado. Sé que me mirará desde la acera. Se quita la mascarilla. Sonríe. Esperamos volver a encontrarnos la mañana siguiente. Porque sí, en un autobús urbano, en una mañana aislada, acaso sucede el milagro.

Sergio Royo